Efectivamente, el estrés hídrico debido a la disminución de las precipitaciones juntamente con el incremento de temperaturas es el reto principal al que se enfrenta el sector vitivinícola. Los efectos del cambio climático se han percibido de forma muy clara durante la última década, y se espera que estas condiciones adversas sean cada vez más frecuentes, obligando por tanto al sector a tomar la iniciativa e innovar para encontrar soluciones enológicas para llevar la adaptación a estas nuevas condiciones.
¿Qué es el estrés hídrico?
El concepto de estrés hídrico se refiere a la falta de agua necesaria para el crecimiento y desarrollo de las plantas. Normalmente este concepto se asocia a la escasez de lluvias aunque en algunos casos también puede ser causado por una mala gestión de los recursos hídricos.
¿Cómo afecta al sector vitivinícola?
Aunque en el cultivo de la vid, un estrés hídrico parcial tiene consecuencias positivas en cuanto a la calidad de la uva, incrementando la concentración de polifenoles y antocianos por la relación pulpa / hollejo, está claro que la actual situación de estrés está afectando al sector vitivinícola de forma muy negativa, especialmente en toda la conca mediterránea.
Actualmente se calcula que únicamente el 30% de la superficie de viñedo en España dedicado a la producción de uva para vinificación cuenta con sistemas de regadío capaces de paliar este efecto de escasez de agua.
Cambio climático y aumento del estrés hídrico en los viñedos
Ambos están claramente relacionados. Actualmente el estrés hídrico en el sector vitivinícola afecta algunas zonas de forma muy severa por la falta de precipitación acumulada durante los últimos tres años. Este estrés repercute en un menor crecimiento vegetativos del viñedo, disminución de producción, rendimiento del viñedo, no permite a la planta recuperarse después de la vendimia e incluso en algunas zonas está comprometiendo la propia supervivencia de los viñedos por lo que el impacto es claramente negativo. Las previsiones para la próximas décadas no son nada optimistas para el cultivo de la vid en nuestro país.
¿Cuál es el impacto del estrés hídrico en la calidad del vino?
El estrés hídrico siempre que no comprometa el desarrollo y la supervivencia de la planta y en la medida justa es positivo para la calidad de la uva, especialmente para la elaboración de vinos tintos. En estos, y en especial en los tintos de calidad se busca una elevada carga de polifenoles con el objetivo de disponer en muchos casos vinos aptos para la crianza, ya sea en botella, barrica, ánfora etc. Esta elevada carga fenólica aparte de vendimiar la uva en el óptimo de maduración se consigue con una correcta relación pulpa hollejo, ya que la carga polifenólica viene del hollejo.
Ahora bien, cuando el estrés hídrico es severo como ha sucedido en muchas regiones vitivinícolas de nuestro país durante los últimos años, tanto la supervivencia de la planta como la rentabilidad de las explotaciones se ven claramente afectadas. La vid en esta situación extrema presenta un desarrollo vegetativo muy inferior a la situación óptima causado principalmente por esta escasez de agua, que obviamente afecta todos sus procesos fisiológicos, desde la brotación, floración, cuajado, maduración e incluso poda. Es común en esta situación extrema, el secado de brazos y extremidades de la planta, reduciéndose considerablemente el tamaño de los sarmientos y comprometiendo incluso futuras cosechas. A parte del efecto negativo más que evidente sobre la planta, la cantidad de uva que se consigue obtener en estas situaciones extremas es mucho menor y, a parte, presenta claros desequilibrios en todos los aspectos, por lo que la calidad tanto de la uva como del vino se ve claramente afectada.
Innovaciones tecnológicas para combatir el estrés hídrico
Actualmente no hay una solución o única manera de combatir el estrés hídrico, sino que se trata de un conjunto de prácticas vitícolas innovadoras las que permiten gestionar y combatir el estrés hídrico de la vid.
Estas estrategias pasan desde:
- Control de la fertilización de la vid analizando macro y micronutrientes en suelo en invierno y en los pecíolos en floración para corregir posibles deficiencias de forma cuidadosa y respetuosa para disponer de plantas sin deficiencias importantes.
- Gestión acurada del riego en los casos que sea posible basado en medidas vitícolas como la termografía y no en prácticas tradicionales, esta gestión permitirá gestionar los recursos hídricos de forma respetuosa y únicamente cuando sean necesarios para la planta.
- En nuevas plantaciones selección de variedades de uva y portainjertos que estén bien adaptadas al clima local y a las condiciones del suelo.
- Y finalmente, el uso de bioestimulantes que ayudarán a las plantas a potenciar sus defensas frente situaciones de estrés, mejorando el crecimiento radicular de las plantas, la floración, cuajado y la calidad de la uva. Los bioestimulantes se han convertido en aliados imprescindibles en la lucha contra el cambio climático para muchos viticultores.
Preguntas frecuentes
El método tradicional de medida del estrés hídrico de la vid consiste en medida del potencial hídrico del tallo, es una medida fácil de realizar, cuantitativa y que permite ser comparada con datos de referencia. La medida se lleva a cabo mediante una cámara de presión Scholander, en la se aplica presión sobre el tallo, y se obtiene la tensión a la que está sometida la savia en los vasos del tejido del tallo que se está midiendo. Durante el mediodía es el momento idóneo para llevar a cabo esta medida. Actualmente han aparecido otras herramientas de medida como la termografía que permiten obtener la misma información de una forma más fácil y rápida que permite un muestreo mucho más amplio.
La medición del estrés hídrico es una medida básica de la viticultura de precisión, que no tiene otro objetivo que monitorizar el estado de las plantas para optimizar la producción y el estado fisiológico de la planta.
Lo que se está observando en los últimos años es que aquellas variedades conocidas como autóctonas de cada terruño están presentando una mayor resistencia a las condiciones ambientales adversas como las elevadas temperaturas y la escasez de lluvias que las variedades foráneas introducidas en la mayoría de los casos en los años noventa.
Por lo que es muy difícil hablar de variedades sin estar estas ligadas a su terruño o localización geográfica. Aparte de la variedad y la disponibilidad de agua hay otras variables igual de importantes como la temperatura ambiental, sistemas de gestión de la vegetación o el sistema de conducción que afectan directamente al nivel de estrés hídrico de la vid y que tienen que ser tenidas en cuenta.